Ayer tuvimos todos y todas una cita con el recuerdo de la realidad femenina que nos rodea. Como cada 8 de marzo recordamos la enorme desigualdad que existe en el mundo entre hombre y mujeres y el inexplicable retroceso en nuestros derechos que está ocurriendo en nuestro país.
Llevo muchos años celebrando este día en la calle o con mis compañeras de trabajo. También con amigos y amigas. Y recuerdo que lo celebrábamos con alegría porque es cierto que las mujeres somos muy prácticas y siempre estamos pensando en soluciones, con lo que reivindicar en el día de la mujer parecía que ayudaba a encontrar esas soluciones.
Pero ayer la sensación que tenía era un poco desesperanzadora. Me sentía reivindicando para mí, pero sobre todo para mis hijos y con la idea de que estas movilizaciones de "esas del aborto" no van a hacer cambiar la postura de un gobierno que legisla según su ideario religioso-político, por ese orden.
Del día de ayer la imagen que más se ha quedado en mi cabeza es la de una mujer en uno de los informativos reclamando precisamente eso. Decía "¡Si trabajo igual, que me paguen igual!". Era una mujer mucho más cerca de su jubilación que de su juventud y estoy segura que no era la primera vez que demandaba esta cuestión tan básica. Ahí seguía, porque pelear por los derechos te carga de esperanza.
Ayer tuvimos una cita y no fue la primera. La historia de amor con las mujeres se construye a lo largo de todo el año. Fin de la Cita.
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